El camión
Nunca dejas tu hogar
pero siempre estás en el camino
estás en el camino y a la vez siempre en casa
Proverbio zen
El otro día tuve que ir a hacer unas compras al centro de Oaxaca y tomé un camión para regresar a mi casa…. Era mediodía y hacía mucho calor. El camión era viejo y destartalado y me subí un poco reacia y desconfiada. Ya adentro me di cuenta que hacía demasiado calor, había bastante gente, todas las ventanas estaban cerradas y tenían los vidrios opacos así que no se podía ver hacia afuera y uno se sentía como en una cárcel.
Estando arriba mi mente inmediatamente empezó: -Porque eres tan tacaña y no esperaste mejor un taxi?-
Me senté al lado de una ventana y traté inútilmente de abrirla, pero estaba trabada….a mi lado de pie había un viejito que cantaba con voz estridente alguna canción ranchera…su voz era tan chillona que no me dejaba pensar cómo hacer para solucionar el problema del calor. Juré por mi alma no darle un peso a ese hombre porque escucharlo era un martirio, totalmente desentonado y con una voz horrible…. El camión humeante avanzaba a la tremenda velocidad de un kilometro por hora y el calor era cada vez más insoportable, una señora gorda a mi lado intentaba darse aire con su mano y estaba chorreando en sudor….nunca he entendido porque los oaxaqueños son tan aguantadores y no protestan cuando deben. Aguantan, aguantan, aguantan…pero de repente se alebrestan en grupo y se vengan con violencia salvaje afectando a justos y pecadores. Hacen bloqueos, marchas, pintarrajean paredes, cierran negocios, y todos se unen y gritan protestando en contra de alguien o algo que en realidad representa todos los atropellos que aguantaron calladamente desde siempre.
El chofer detenía el volante con una mano y con la otra hablaba muy holgadamente por su celular, indiferente a lo que sucedía dentro de su vehículo. Yo seguía intentando inútilmente abrir alguna de las ventanas a mi alrededor, y no entendía porque el cantante no avanzaba y se quedaba parado justo al lado de mi asiento, como si quisiera dedicarme insistentemente su canción ranchera…
...no vale nada la vida, la vida no vale nada;
comienza siempre llorando y así llorando se acaba;
por eso es que en este mundo la vida no vale nada!
Cuando me di cuenta de que ninguno de los otros pasajeros haría algo por arreglar la situación de las ventanas trabadas, aceptando su cruel destino como decía la canción del cieguito, me paré desesperada y avancé hacia el chofer. Con un gesto le di a entender que me indicara como abrir las ventanas….
Él estaba muy entretenido en una conversación que básicamente consistía en:
-Si guey, no guey, al rato guey, que onda guey, hijoles guey, pérate guey….-
Sin dejar a repetir su palabra predilecta: guey, alzó la mirada, y con otro gesto de su cabeza me indicó una ventanita arriba del asiento de la primera fila…entendí que era la única que se abría en todo el camión
La abrí y cuando regresaba a mi asiento casi me tropiezo de frente con el cantante que ahora si avanzaba hacia la parte delantera del camión…en ese momento me di cuenta que era ciego y que traía su bastón; tenía la cara de alguien tan desamparado que a pesar de mi juramento anterior le di unas monedas que llevaba en el bolsillo…
Me senté otra vez a disfrutar del baño sauna y en eso me acordé de lo que dije durante la meditación, al final de mi clase de yoga esa misma mañana. Hablé con mis alumnos sobre abrir el corazón a todo lo que ocurre en el presente. Les decía que era relativamente fácil abrir el corazón en ese momento, ahí en la clase, cuando nos sentíamos bien y estábamos en silencio, tranquilos, entre personas que junto a nosotros también buscaban la paz. Sin embargo, el reto es poder abrir el corazón en situaciones difíciles, cuando estamos atrapados en el tráfico, cuando nos estafan, cuando estamos frente a esa persona que nos cuesta tanto, cuando sentimos dolor…. el verdadero reto, el verdadero yoga es afuera, en la vida diaria. Solamente en esas situaciones podemos realmente medir los resultados de nuestra práctica.
Obviamente en ese momento yo no podía abrir mi corazón a nada. Imposible abrir mi corazón al chofer que ajeno a todo lo que pasaba en su camión manejaba como se le pegaba su gana, primero excesivamente despacio y de repente a toda velocidad echando carreras con otro camión y repitiendo incesantemente su mantra guey, guey. No podía abrir mi corazón a los pasajeros indiferentes que no reclamaban, que aguantaban estoicamente y no hacían nada por exigir sus derechos, al cieguito con su voz que me taladraba los oídos, al calor, a la lentitud, a las ventanas plastificadas con mica negra, al tráfico, al humo de los demás camiones, al municipio de Oaxaca, a las autoridades que permitía que esas máquinas humeantes y en mal estado circularan por las calles…. A nada de eso podía abrir mi corazón… y me daba cuenta de mi imposibilidad y me desesperaba aún más.
Una cosa es la realidad que estamos viviendo, otra cosa es la interpretación de esa realidad y otra más es como nos juzgamos cuando la interpretamos. Y verme a mí misma como esa mujer neurótica e intransigente solo incrementaba mi malestar… y sabía que no había nada que hacer porque la sensación de malestar era muy intensa.
Entonces me vino a la mente algo que comentó el maestro tibetano Anam Thubten en relación a un poema de Hafiz.
Se amable con tu corazón dormido
Llévalo hacia los vastos campos de luz
y permítele respirar.
Recordé que Anam dice que tengamos compasión de nuestro corazón dormido, que no le exijamos, que no intentemos cambiarlo. Que muchas veces estará dormido y otras veces estará despierto, alegre o triste, irritable o tranquilo, que siempre está cambiando y todo es una danza, siempre cambiante, la danza de nuestra conciencia.
Y ese pensamiento me tranquilizó. Estaba bien así, estaba bien mi desesperación y enojo y frustración y mi imposibilidad de perdonar, todo eso estaba bien! Así era ese momento y así es como me sentía. Mi corazón estaba dormido… y por un instante pude tener compasión hacia él.
El camión estaba detenido en una esquina, personas bajaban y otras subían… estaba lejos de mi casa pero de repente simplemente me bajé… no decidí nada, simplemente mi cuerpo se paró y bajó, solo unos cuantos movimientos y el escenario cambió. Mágicamente atrás venía otro camión, parecía estar esperándome a que subiera… no estaba mucho mejor que el anterior pero todas sus ventanas estaban abiertas.
La experiencia en el camión me siguió dando vueltas en la noche. Antes de apagar la luz me vi a mi misma como ese camión, me di cuenta de que me transformo en ese camión cuando mis ventanas al mundo se cierran y entonces me oscurezco y me asfixio por dentro. Me vuelvo aún más ciega que el cantante ciego porque no alcanzo a ver que hay personas que simplemente no pueden ver y no alcanzo a ver a esos pasajeros, que como millones de personas viven a diario atropellos e incomodidades sin tener otra opción y tampoco puedo ver al pobre chofer en su incesante ir y venir manejando su vehículo en mal estado sin llegar a ninguna parte.
Así estamos la mayoría de los humanos con nuestras mentes en mal estado que solo van y vienen por la misma ruta, de un lado a otro, por los mismos pensamientos obsesivos y repetitivos que no nos llevan a ninguna parte, solo al sufrimiento. Nos la pasamos circulando en ese camión en mal estado que va y viene por el infinito océano del samsara.
-¡Buenos días! -dijo el principito.
-¡Buenos días! -respondió el guardavías.
-¿Qué haces aquí? - le preguntó el principito.
-Formo con los viajeros paquetes de mil y despacho los trenes que los llevan, ya a la derecha, ya a la izquierda.
Y un tren rápido iluminado, rugiendo como el trueno, hizo temblar la cabina del guardavías.
-Tienen mucha prisa -dijo el principito-. ¿Qué buscan?
-Ni siquiera el conductor de la locomotora lo sabe -dijo el guardavías.
Un segundo tren rápido rugió en sentido inverso.
-¿Ya vuelve? -preguntó el principito.
-No son los mismos -contestó el guardavías-. Es un cambio.
-¿No se sentían contentos donde estaban?
-Nunca se siente uno contento donde está -respondió el guardavías.
Y rugió el trueno de un tercer rápido iluminado.
-¿Van persiguiendo a los primeros viajeros? -preguntó el principito.
-No persiguen absolutamente nada -le dijo el guardavías-; duermen o bostezan allí dentro. Únicamente los niños aplastan su nariz contra los vidrios.
-Únicamente los niños saben lo que buscan -dijo el principito. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo que viene a ser lo más importante para ellos y si se la quitan, lloran...
-¡Qué suerte tienen! -dijo el guardavías.